Cuando un jubilado colector de caracoles de 65 años abrió una bolsa de plástico al costado de una carretera en el noroeste de España, se llevó el susto de su vida. Sintió el hedor pegajoso de un cadáver: en la bolsa yacía la mitad inferior de un cuerpo masculino cortado por la cintura. Cinco días después, la policía encontró la parte superior del cuerpo de la víctima, quien resultó ser Carlos Fernández Guisiraga, de 28 años. Su novia, algo mayor que él, dueña y cocinera de un bar, no tenía las manos limpias.